Nani, la primera vocal de juventud escribe de la prehistoria de Sarmientos

CAPITULO 1.

EL GÉNESIS

Hace ya más de 31 años que Rafa y yo nos incorporamos a la Escuela de Cursillos y al Secretariado, como vocales de juventud, en plena transición política. En una ciudad pequeña como Jaén, a falta de universidades o movimientos sociales o culturales, las parroquias y los movimientos cristianos se convirtieron en un caldo de cultivo cautivador, el descubrimiento del Concilio Vaticano II y su doctrina social de la iglesia, invitaba a la participación activa en grupos de opinión e implicación social. Era un momento mágico y trasgesor, en el cual, los muy jóvenes no tenían un papel definido.

Acabábamos de sacar el carnet de conducir, de comprar mi maravilloso 600 (también saldrá foto en su momento) y de aprobar las primeras oposiciones, teníamos hambre de aprehender y enfocar nuestra futura vida en común con una ilusión y un ideal de altura. Tuvimos el privilegio de dar con un grupo humano que nos acogió con cariño y nos involucró en el Movimiento de Cursillos dándonos la oportunidad de expresar y trasladar el sentir general de los jóvenes, con un respeto exquisito, enseñándonos y exigiéndonos en la misma medida que asumíamos responsabilidades.

De estar pillando moscas, pasamos directamente a convocar y tener reuniones con los jóvenes con actividades en parroquias y colegios todos los días de la semana, menos los jueves que dábamos el parte de actividades en el secretariado de Cursillos, y los fines de semana que con el 600 nos recorrimos de cabo a rabo toda la provincia convocando con la complicidad de los párrocos a todo bicho viviente de 15 a 20 años.

La pregunta del millón era muy sencilla ¿qué quieren los jóvenes? Y en pocos meses se armó la de Dios. Hasta el punto que se generó una crisis interna en el movimiento, entre los partidarios de un cambio profundo de acuerdo con “los signos de los tiempos”, en el que había que contar con ideas frescas y el sentir de los jóvenes, y los más conservadores que desconfiaban de toda innovación y que los jóvenes fueran capaces de asumir retos y responsabilidades con una edad propicia a la inestabilidad.

Mientras tanto, los encuentros con jóvenes de distintas zonas de la provincia, fué generando la necesidad de un encuentro juvenil masivo, convocando a jovenes de todos los municipios. Ante la desconfianza de algunos y la complicidad de otros se convoco el I encuentro Juvenil en el Seminario y nadie pudo quedar indiferente. Los primeros sorprendidos fuimos nosotros al ver como iban llegando autobuses cargados de jóvenes de todos los puntos de la provincia, coches de párrocos, padres, madres, movimientos juveniles... Invadimos literalmente todos los espacios habitables o no del Seminario, corros sentados en los pasillos, salas, jardines... fueron testigos de los trabajos por grupo que dieron sus resultados en una puesta en común general y sacos de papel manuscrito que registraban el trabajo intenso de un día agotador.

Conclusión: no se podían hacer oídos sordos a ese clamor general. Así se empezó a cocinar la necesidad de un movimiento juvenil independiente, cuyos responsables no podían ser otros que los propios jóvenes.